Como dice el Tao Te King, las hojas que más avanzan son las que se mueven con la corriente. Mercadona es un buen ejemplo de adaptación a la tendencia social o en términos darwinianos, de éxito evolutivo por adaptación al medio, social en este caso. Y en un caso particular, de un sector tan necesario como antiguo: la distribucion alimentaria.
En los años 60 y comienzos de los 70, siendo niño, acompañaba a mi madre a casa de mi abuela, en el valenciano barrio de Ruzafa y a más de media hora de casa (tenía las piernas más cortas entonces). Recuerdo perfectamente como si fueran estaciones, los abundantes ultramarinos, colmados y tiendas de alimentación que jalonaban el camino. Se trataba de pequeños establecimientos que combinaban los productos frescos con embutidos, conservas, salazones, carne en algunos casos y productos refrigerados. Había también algunas pescaderías, que vendían producto fresco y tiendas de otros productos para el hogar, como lecherías, panaderías, droguerías, perfumerías, tiendas de muebles, etc. En esos mismos años habian aparecido los supermercados, cuyo destacado representante en el barrio era la cadena Superette tan famosa y rompedora que su marca, como Kleenex o IBM, llegó a dar nombre al producto genérico. El supermercado era una fórmula moderna en aquel entonces en España y gracias a sus sistema de autoservicio, la disponibilidad de producto y su reducción de costes operativos, permitía ventas de precio atractivo para el consumidor, con mucho mayor volumen de ventas que la tienda tradicional y atendiendo de manera más rápida a un mayor volumen de clientes, lo que le hizo un rival muy competitivo y ganador.
La aparición de los hipermercados a finales de los 70 y principios de los 80, parecía intensificar la tendencia, de manera casi inapelable. Los grandes operadores internacionales, especialmente franceses, empezaron a proliferar en pocos años. El sistema era básicamente el mismo que el de los supermercados: reducción de costes por economía de escala, reducción de costes por el sistema de autoservicio y concentración de otros establecimientos de venta y ocio para construir el centro comercial, modelo imperante en USA y otros países con estructuras comerciales y de consumo «más avanzados».
Pero ¿cuál era la razón del éxito del super-hiper? ¿solamente el precio?
En la época anterior a los viajes a casa de mi abuela, la estructura social era «la tradicional». La familia era la célula normal de la sociedad, con el reparto de tareas que describen los cuentos. El padre, cabeza de familia que se decía, era el que trabajaba y aportaba los ingresos. La madre, abnegada y trabajadora, era el «ama de casa» y además de mantener el hogar en orden y ocuparse del cuidado de los hijos -y de los padres mayores- era la que realizaba la compra de alimentos. Quede claro, para quien no aprecie mi ironía, que describo así la estructura predominante, por supuesto no la ideal ni la que respeta la igualdad ni siquiera la universal, siempre hay excepciones, incluso entonces.
Sin embargo, esa estructura de familia se va quebrando a partir de los años 60 y ese cambio se profundiza en los 70 y 80. Las familias se hacen más pequeñas, empiezan a proliferar hogares monoparentales y es más habitual ver solteros o personas mayores viviendo de manera independiente. La mujer accede al trabajo de manera creciente y es cada vez más dueña de su destino. Las tareas domésticas son cada vez menos asunto de la mujer y más asunto de todos, de cualquiera.
Bueno y todo este rollo ¿qué tiene que ver con la distribución alimentaria? Pues todo. Además de las tiendas de alimentación estaban los mercados públicos, centrales o de barrio, que tradicionalmente habian representado la oferta de alimentación más importante. Los mercados públicos se nutren de producto fresco proveniente de mercados mayoristas de abastecimiento y su horario de apertura es por ello siempre matutino, desde el amanecer hasta el mediodía. Los colmados, las tiendas de barrio que describía al principio de este texto, ocupaban una franja horaria mucho más amplia que complementaba la del mercado principal.
Ya que quien realizaba la compra en las familias podía comprar durante un periodo amplio de tiempo, las diferentes ofertas cubrían perfectamente todas las necesidades y todo a una distancia relativamente corta de los domicilios. Cuando la estructura familiar comienza a modificarse y las mujeres se incorporan mayoritariamente al trabajo de jornada completa en centros de trabajo, ese tiempo se reduce.
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