Escribir lo que preocupa antes de una prueba mejora los resultados

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Colin Firth como el rey Jorge VI en El discurso del rey (The King’s Speech, 2010)

Un discurso, un examen, una conferencia, una presentación, una reunión importante… cualquier sistema o técnica que mejore los resultados de este trance serán bienvenidos. ¿Es posible que si antes plasmamos por escrito la preocupación que esta prueba nos supone, pueda darnos una ventaja?

Diferentes estudios llevados a cabo en la Universidad de Chicago (1) parecen demostrar de manera concluyente que sí, que escribir sobre las preocupaciones y miedos antes de afrontar un examen o una prueba concreta mejora sustancialmente los resultados de esa prueba. Estos estudios fueron publicados hace ya algún tiempo en el  Journal Science de esta universidad norteamericana y aunque tuvieron difusión en su momento (2), no se han publicado estudios posteriores sobre este comportamiento ni se ha incorporado la conclusión a estudios en otros ámbitos.

En principio el asunto es realmente interesante ya que en todos los experimentos realizados se ha demostrado que los resultados posteriores mejoran, lo que lleva al interés de conocer el mecanismo por el cual sucede esto en orden a mejorar el rendimiento de estudiantes, el rendimiento personal ante cualquier prueba importante, una presentación o una negociación.

Las pruebas consistían en materializar por escrito antes de un examen o un test las preocupaciones y los temores que dicha prueba tenían para los individuos que iban a realizarla, una familiar sensación de estrés que todos hemos conocido más de una vez y que es en gran medida similar al llamado miedo escénico. Se comprobó que aquellas personas que escribían sus preocupaciones obtenían mejores resultados que otros grupos de control que no los escribían.

Los estudios probaron que lo importante, lo que daba mejores resultados en la mejora de rendimiento, era escribir sobre las preocupaciones relacionadas directamente con la prueba y no sobre cualquier otra preocupación previa, fuera esta importante o no.

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Siempre hemos oido que escribir las cosas que nos preocupan, es uno de los mejores métodos para aclarar las ideas y mejorar nuestro enfoque y nuestros argumentos y esto es algo en lo que la mayoría de las personas que escriben -por placer u obligación- podrán estar de acuerdo. El saber popular recoge una recomendación que, aunque entendida normalmente en otro sentido, tiene en realidad mucho que ver con estos estudios: «lápiz corto, memoria larga.»

La explicación de este fenómeno podría ser la de que, mediante la escritura, los individuos pueden identificar y plasmar sus ansiedades y miedos respecto a la prueba o trabajo a realizar. Esto les permite descargar el área del cerebro conocida como memoria de trabajo, lo que les capacita a superar el bloqueo, la preocupación y la interferencia que esa ansiedad produce en la realización de tareas intelectuales, facilitando y potenciando la realización de dichas tareas.

Dicho de otro modo, la mente se ve libre de frenos y de obstáculos vinculados específicamente a la prueba a realizar y ello permite disponer de un mayor rendimiento de los recursos intelectuales y de memoria del individuo. De hecho, este mecanismo es bien conocido por la psicología, ya que una de las formas efectivas de luchar contra estados de estrés patológico  o depresión es escribir de manera regular y continuada, semanas o meses, acerca de las experiencias traumáticas o emocionales que pudieron llevar al individuo a esa situación.

Estos estudios están relacionados directamente con otros acerca del rendimiento intelectual en situaciones de presión y esto sí que vale la pena comentarlo, porque si hay una patología reactiva universal que afecta a todas las personas en entornos laborales o de negocios, eso es el estrés.

Existe la opinión, a menudo equivocada, acerca de si las personas reaccionan mejor en situaciones de estrés o en situaciones de relax. A nivel físico es cierto, por la reacción causada por la adrenalina y la noradranalina, que a través de mecanismos fisiológicos e instintivos somos llevados a huir o luchar. Pero el mismo proceso que sucede a nivel corporal produce un efecto justamente contrario en el plano intelectual. El viejo dicho compartido por las artes marciales y algunas técnicas de management de que «el pensamiento es enemigo de la acción«, resulta cierto.

La presión, el sofoco del estrés es contraproducente si se trata de pensar o recordar, realizar un discurso, escribir un documento, confeccionar un informe o contestar un examen. Las capas exteriores del cerebro intelectivo, el neocórtex, deja el mando de la situación al cerebro básico y primitivo, al piloto automático, al cerebro límbico. Ese es el cerebro que no piensa, que solamente actúa.

Este proceso se reprodujo en el experimento cuando se indujo en un grupo de sujetos de prueba de que podrían fallar en el examen, lo que hizo aumentar sus temores y aumentar el estrés, lo que ocasionó peores resultados adicionales en relación al grupo no inducido y por supuesto mucho peores respecto al grupo que podía escribir sus temores antes de la prueba. Los individuos sometidos a estrés empeoraron nada menos que un 12% respecto a los tests previos y los que pudieron escribir sus preocupaciones mejoraron un significativo 5%.

Los recursos del cuerpo, en una situación de estrés, se optimizan al máximo mediante procesos bioquímicos y fisiológicos que compartimos todos los seres vivos. No es momento de pensar, es momento de actuar y por tanto la energía, la atención, la decisión, se vuelca en los músculos. El ecosistema de oficinas y centros de trabajo no ha actúado todavía a nivel evolutivo en el ser humano de manera que arrastramos una respuesta automática basada en lo físico y no en el pensamiento. El estrés nos inunda de hormonas y mensajeros químicos para capacitarnos a una respuesta de lucha o huída, el pensamiento racional se bloquea: no es ni necesario ni pertinente en esos instantes y hasta podría empeorar las cosas.

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Por tanto, en situaciones de estrés inmediatamente anteriores a que esas habilidades racionales se necesiten, nos encontramos con el pie cambiado, necesitamos de nuestras habilidades racionales superiores pero el organismo ha preparado un plan de contingencias que prevé justamente lo contrario. Conviene por tanto encontrar el modo de eliminar la respuesta instintiva y reintegrar el control del pensamiento a la mente plenamente consciente.

El diagnóstico de la situación no deja lugar a dudas: el estrés bloquea y obstruye el rendimiento intelectual y creativo y no lo estimula como se ha creído con cierta frecuencia. Lo que quizás pueda funcionar para mejorar el rendimiento deportivo tiene un efecto adverso en el campo intelectual, que es donde transcurre la mayoría de las tareas profesionales y laborales de las personas. Incluso tareas repetitivas con poco aporte creativo, las asociadas a una cadena de montaje por ejemplo, se resienten negativamente de una situación de estrés, al relajarse o bloquearse las habilidades de atención y concentración.

Por tanto y a priori, un equipo de trabajo sometido a presión que genere temores y ansiedad en sus miembros no funcionará mejor por efecto de esa presión, sino al revés. Un departamento de ventas que tenga que realizar gestiones especializadas, redactar documentos, preparar presentaciones, confeccionar informes, llevar a cabo negociaciones complejas o una simple gestión personal de tiempos y recursos verá mermada sus capacidades y sus resultados si no mantiene despejada su memoria de trabajo. Un buen incentivo podrá compensar el esfuerzo, mejorará la actitud, pero no limpiará las preocupaciones ni aclarará los pensamientos ni las capacidades intelectuales.

De modo que para cualquier departamento pero específicamente para marketing, para departamentos de ventas o de diseño, un jefe de equipo debería preocuparse por serenar las mentes de sus colaboradores y no de someterlas a más presión de la necesaria. Una mejora de resultados de los miembros del equipo, en cada momento y circunstancia del marketing es, antes o después, una mejora de la cuenta de pérdidas y ganancias así que seguramente vale la pena intentarlo.

Y a nivel profesional e individual, conviene probar las bondades de mantener limpia de ansiedad y preocupaciones la memoria de trabajo particular de cada uno. Seguro que muchos de ustedes utilizan soluciones o trucos en ese sentido. Si no lo hace, valore la conveniencia de acompañarse de un cuaderno para apuntar notas sobre temas que va a utilizar y para poder descargar los miedos que le pueden bloquear. Pruebe a relajarse y a escribir en un papel -también sirve un ordenador o un smartphone– los temores que le genera una determinada presentación o una reunión importante, de negocios o de carácter personal, antes de llevarla a cabo. No tiene nada que perder… solo algunas tensiones en sus neuronas. Y a cambio, además de mejorar su estado de salud,  puede ganar una buena opción de que sus resultados profesionales y personales mejoren.

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(1) Writing About Testing Worries Boosts Exam Performance in the Classroom. Gerardo Ramirez and Sian L. Beilock. University of Chicago 2011. 

(2) Writing about worries eases anxiety and improves test performance. William Harms. University of Chicago, 2011.

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7 pensamientos en “Escribir lo que preocupa antes de una prueba mejora los resultados

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  3. Es cierto, la escritura te ayuda a ponderar, analizar y recordar la visión de conjunto y las claves, a partir de ahí es más fácil insertar los detalles en el conjunto. La escritura es una buena terapia para las preocupaciones. Un componente de éstas es la nube mental que forman y que conviene aclarar expresándolas claramente por escrito. Lo normal es que se despeje y salga el sol.
    Saludos,
    R.

    • Es bastante habitual también en el mundo del arte y en concreto en la literatura que muchos genios necesiten sacarse de dentro cosas y la liberación de sus tensiones es un regalo en forma de creación y obras de arte. La casualidad y la necesidad les ha llevado a descubrir esa forma de búsqueda del equilibrio interior y ha debido haber creado el estereotipo de artista atormentado que solo encuentra alivio mediante la manifestación artística. El caso de los poetas es, en la mayoría de los casos, el ejemplo más claro.

      Esto me sugiere una curiosidad. Quizás deberíamos hacer un experimento que emulara al de la universidad de Chicago, plasmando esas preocupaciones pre-test en forma de versos. Quien sabe si no mejoraríamos los resultados respecto a una declaración en prosa.

      Saludos,

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