¿De qué muere la gente en España?

Datos de la estadística de defunciones según las causas de la muerte en 2011 (INE).

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Los datos sobre fallecimientos son uno de los más importantes en el análisis de la demografía de un grupo humano. Los detalles de las estadísticas de mortalidad aportan una información relevante acerca del tipo de sociedad donde se producen y son un reflejo tan acertado como la pirámide de población -si no más profundo- acerca de su estructura y sus dinámicas. Pero aparte del dato y su significado estadístico, la muerte tiene una importancia fundamental en la vida de las personas.

Es posiblemente la única certeza de la vida -su fin- y ello afecta de una manera intensa en la intimidad personal pero también en las esferas familiar y de las relaciones sociales, en el ámbito de la economía y las leyes y desde luego en las creencias. Desde el punto de vista emocional hay pocas cosas que tengan esta trascendencia individual y colectiva y que, como consecuencia, se traduzcan en manifestaciones culturales y materiales tan principales.

Siendo entonces la muerte una de las circunstancias vitales y sociales más importantes, ¿cómo se produce? ¿Cuáles son las causas de los fallecimientos registrados en España?

El Instituto Nacional de Estadística de España (INE) acaba de hacer públicas las estadísticas definitivas de fallecimientos correspondientes al año 2011. Los datos ahora publicados (27/02/2013) modifican ligeramente el avance de datos del 2011 publicados hace 6 meses, confirmando las cifras principales y las tendencias generales comunicadas entonces, haciendo especial hincapié en las causas de los fallecimientos producidos.

La cifra de defunciones en España en 2011 ascendió a 387.911 personas, con una tasa de defunción de 8,41 fallecimientos por cada 1.000 habitantes (1), lo que supuso un incremento absoluto de 5.864 personas fallecidas y un 1,41 % en la tasa de defunciones respecto a los datos de 2010.

Aunque la tasa de defunción femenina ascendió un 2,2 % por solo un 0,9 % del conjunto masculino, el diferencial de fallecimientos sigue siendo menor en términos absolutos en el caso de las mujeres, con 188.057 fallecidas por 199.854 hombres fallecidos. En forma de tasa de defunción, 802,2 por cada 100.000 mujeres y de 881,1 por cada 100.000 hombres.

Más del 95 % de los fallecimientos en España son a causa de una enfermedad. Las causas externas, no relacionadas con enfermedades o fallos fisiológicos, son un pequeño porcentaje que analizaré al final ya que no por menos frecuentes resultan menos importantes.

¿Qué enfermedades matan?

Por enfermedad entendemos causas debidas a patologías, procesos largos o fallos súbitos en el funcionamiento vital del organismo, que siempre se han catalogado como «muertes naturales» (2). De entre las enfermedades causantes de la muerte destacan tres grupos que suponen juntos casi el 70 % del total (3):

  • las enfermedades cardiovasculares, que son un 30,5 % del total de defunciones,
  • las enfermedades tumorales, que representan un 28,2 % y
  • las enfermedades del sistema respiratorio con un 10,9 %.

El cuarto grupo, el de las enfermedades del sistema nervioso, supone un 5 %, donde el Alzheimer -en constante y fuerte crecimiento- constituye la principal dolencia de este grupo, con 11.907 muertes, el doble que en el año 2000.

Las enfermedades más letales, a nivel de detalle, fueron las isquémicas cardiacas (infarto y angina de pecho) con 34.837 fallecimientos y las cerebrovasculares, en especial el ACV con 28.855. Ambas volvieron a ocupar el primer y segundo lugar en número de defunciones. Pese a ello, en ambos casos, se produjo un descenso de muertes respecto al año anterior: –1,2% y –4,3%, respectivamente. En las enfermedades tumorales, la mayor mortalidad fue causada por el cáncer de bronquios y pulmón (21.058), con un incremento en las defunciones del 1,6% respecto a 2010, y el cáncer de colon (11.657) con un 4,0 % más. El cáncer de mama fue el responsable de 6.399 defunciones, el cáncer de próstata de 6.034 y el de páncreas de 5.812.

Otras enfermedades significativas como causa de muerte fueron la demencia (14.583 defunciones), las enfermedades crónicas de las vías respiratorias bajas (15.904), la diabetes melitus (9.995), la neumonía (8.167) y la insuficiencia renal (6.659).

Diferencias por sexo y edad

Las dos principales causas de fallecimiento, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, presentan patrones diferentes según el sexo, resultando aparentemente contraintuitivos. Los tumores fueron la primera causa de muerte en los hombres, con una tasa de 295,3 fallecidos por cada 100.000 habitantes y la segunda en las mujeres con 180,7 fallecidas por cada 100.000 habitantes.

En cambio, la primera causa de mortalidad femenina fueron las enfermedades del sistema circulatorio, con una tasa de 275,1 por cada 100.000 habitantes mientras la mortalidad masculina fue de 237,3. La tasa de las enfermedades tumorales ascendió en todos los casos mientras que la de enfermedades circulatorias descendió en ambos sexos. El cáncer que más muertes causó entre los hombres fue el de bronquios y pulmón y entre las mujeres el de mama, que aumentó un 0,4 %.

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Fuente: Instituto Nacional De Estadística (INE)

Las causas de mortalidad con mayor diferencial relativo en las mujeres son las enfermedades osteomusculares y de la piel, con una tasa del doble que los hombres, destacando también las del sistema nervioso y los trastornos mentales (42,9 contra 23). Estos últimos datos son debidos, en parte, a la mayor longevidad femenina y a tratarse de enfermedades degenerativas que tienen precisamente una mayor incidencia en edades avanzadas, como es el caso del Alzheimer.

Por el contrario, la mayor mortalidad diferenciada masculina aparece en las causas externas (40,4 por cada 100.000 habitantes contra 21,6), en los tumores (295,3 contra 180,7) y las enfermedades respiratorias (108,1 contra 75,6).

En cuanto a la distribución por edades, aparecen pautas significativas que reflejan el riesgo diferenciado de cada periodo vital. Así, como era previsible, la causa de muerte más frecuente entre mayores de 79 años son las enfermedades del sistema circulatorio, con 3.405 fallecidos por cada 1oo.000 personas de este grupo de edad. Las enfermedades tumorales son la causa más frecuente dentro de los grupos de edad de entre 5 y 14 años y entre 40 y 79, con tasas de 3,0 y 322,3 respectivamente. En el grupo de edad de entre 15 y 39 la causa más habitual de mortalidad son las causas externas (16,2 por cada 100.000 personas de este grupo) y la segunda del grupo de entre 1 a 4 años (2,8 por 100.000).

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Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE)

Salvo las causas propias de los niños de menos de 2 años y los ancianos de más de 80, no parece haber en ninguno de estas diferencias, bien sea por sexo bien por edad, patrones importantes de tipo biológico -salvo las tumorales específicas de cada sexo- sino más bien de carácter social derivadas de hábitos, ambiente y exposición al riesgo.

Por otra parte, el desarrollo económico, la extensión de las medidas de higiene y de la sanidad universal, determinan el perfil de una población con una amplia esperanza de vida. Un análisis sencillo de las causas de fallecimiento muestra enseguida que hace sólo cien años eran bien distintas y perfilaban una sociedad radicalmente diferente. Embarazo, parto y puerperio, que en otras épocas acababan con una dramática sangría de madres jóvenes, supusieron la muerte de solamente 14 personas, que si las sumamos a las muertes acaecidas por afecciones originadas en el periodo perinatal ascenderían a 847: el 0,2 % del total. Las enfermedades infecciosas o parasitarias, que en algunos países todavía esquilman generaciones enteras y lastran el desarrollo humano, solo constituyen el 1,6 % del total de fallecimientos, la mitad aproximadamente que las enfermedades endocrinas o metabólicas y menos de la tercera parte que las enfermedades del sistema digestivo.

El número de defunciones por SIDA/VIH continuó su descenso, reduciéndose en un 6,6% (756 hombres y 197 mujeres) respecto a 2010. Desde 1995, cuando se registró el pico de fallecimientos por esta causa, las muertes por VIH han disminuido un 83,7 %.

Por comunidades autónomas y respecto a Europa

Los datos de fallecimientos por comunidad autónoma presentan un marcado sesgo diferencial entre las CCAA con mayores tasas de mortalidad por 100.000 habitantes, Asturias (1.202,2), Galicia (1.093,7) y Castilla y León (1.090,1) respecto a las CCAA con tasas más bajas, Canarias (643,8), Madrid (653,1) y Murcia (693). La proporción es de casi el doble entre el dato de Asturias y los mínimos de las ciudades autónomas de Melilla (635,5)  y Ceuta (672). Esta diferencia tan marcada parece provenir de la diferente estructura poblacional, con poblaciones más envejecidas en las CCAA con mayores tasas mientras las que presentan menos incidencia reflejarían una mayor proporción de población joven.

No obstante, la incidencia de determinadas enfermedades es también diferente y no refleja automáticamente la pauta que hemos visto para la distribución por edades. Así, las enfermedades circulatorias son la principal causa de muerte en la mayoría de las CCAA, pero en el País Vasco, Navarra, Cataluña, Canarias y Madrid lo son las enfermedades tumorales. Esta variación, así como la diferente incidencia de otras enfermedades, podría reflejar otros condicionantes producidos por climatología, geografía, infraestructuras, hábitos u otras causas antrópicas, que estudios epidemiológicos deberían mostrar, al margen de los debidos a la estructura concreta de la población.

La comparación de las tasas españolas con las de otros países de la Unión Europea aporta información muy interesante. Dado que la estructura poblacional es muy diferente según el país y que esta variación estructural incide directamente en las tasas de mortalidad, Eurostat elabora unas estadísticas normalizadas (4) donde se reflejan unos índices estandarizados que permiten la comparabilidad entre los datos de los diferentes estados.

España tenía, según datos finales de 2010, la segunda menor tasa de mortalidad (487,6) de los 27 países de la UE, solo superada por Italia (478). Este dato está claramente por debajo de la media de los 27 (587,2) y muy alejada de los extremos de la tabla: Bulgaria (965), Letonia (956,3), Rumanía (948,4) y Lituania (947,7).  España destaca por la menor incidencia de muertes por enfermedades circulatorias, tumores y accidentes de transporte, teniendo en todas estas causas tasas inferiores a la media y en algunos casos con rangos muy marcados respecto a los países con tasas máximas. Solo las tasas de mortalidad por enfermedades respiratorias y del sistema nervioso superan la media europea, aunque por poco, lo que sí podría relacionarse con la mayor esperanza de vida de la población española. Llama la atención, entre las causas de muerte reflejadas por Eurostat, las estadísticas de suicidio, cuyo detalle veremos en el siguiente apartado.

Accidentes y muertes violentas

Las causas externas, es decir, aquellas no achacables a problemas de salud, tales como accidentes o muertes violentas, representaron solamente el 3,7 % del total de fallecimientos en 2011 en España (14.233) suponiendo los hombres casi las dos terceras partes de esta cifra. Las muertes por accidentes de tráfico se han reducido espectacularmente en los últimos años y en 2011 se redujo un 9,4 % respecto a 2010. En 10 años los fallecimientos por esta causa -que llegó a denominarse «la guerra interior» por sus impresionantes cifras de muertos año tras año- han disminuido aproximadamente un 70 %, suponiendo actualmente menos del 25 % de la cifra del año 1992.

De este éxito en la reducción de mortalidad pueden extraerse bastantes lecciones, siendo la principal que no hay ninguna causa que no pueda ser tratada con las políticas adecuadas y que los enfoques fatalistas son siempre erróneos. La modernización del parque automovilístico y de la red viaria, el aumento de las medidas de seguridad pasivas de los vehículos, la mayor concienciación por parte de los conductores y -la última y no la menor- el aumento del rigor en la persecución y castigo de las infracciones, han traído como consecuencia que miles de personas hayan podido salvarse, mensaje que fue recogido con acierto en una de las últimas campañas de la Dirección General de Tráfico.

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Fuente INE. Elaboración gráfica propia.

Las muertes por accidente de tráfico son sensiblemente similares a las debidas a caídas (2.112), ahogamientos (2.200) y «otros accidentes» (2.624). Las debidas a envenenamientos suben a 757 y los homicidios y agresiones con consecuencia de muerte a 334. Las complicaciones en la atención médico-quirúrgica supusieron 372 fallecimientos mientras los accidentes en vehículos de transporte sin motor causaron 245 fallecidos.

La distribución por sexo tiene un marcado sesgo masculino: de los 14.233 fallecidos por accidentes o muertes violentas, 9.163 -el 64,37 % del total- fueron hombres. En los accidentes de vehículos de motor la cifra de fallecidos varones más que triplica la de mujeres (77,12 % contra 22,88 %) y en accidentes de transporte de vehículos sin motor es de 9 veces. Sólo en el apartado de caídas accidentales y en el de complicaciones médico-quirúrgicas las cifras son similares entre los dos sexos.

Las muertes por violencia de género asociada a la pareja o expareja, según el informe del Consejo General del Poder Judicial, ascendieron a 71 personas, 62 de ellas mujeres. Más de un tercio de las víctimas eran de nacionalidad extranjera. Siendo este dato solo el reflejo de un importante drama humano, que trágicamente termina a veces en muerte, su impacto en las estadísticas es mucho menor en términos relativos que el impacto y preocupación social que generan, mientras otras causas mucho más importantes desde el punto de vista estadístico, como es el caso de los suicidios, son un tema tabú para los medios de comunicación y reciben un tratamiento de silencio y hasta de ocultación.

Sin embargo, hay que resaltar que el suicidio se situó de nuevo en 2011 como la primera entre las causas externas de defunción, con 3.180 fallecidos. Dado el tratamiento tabú que rodea a los casos de suicidio, es posible que los casos reales de muerte por suicidio sean mayores pero que sean atribuídos en los certificados de defunción y en las estadísticas a otras causas naturales o externas (5). El suicidio es un asunto predominantemente masculino: 2.435 hombres fallecidos por esta causa (76,57 %) frente a 745 mujeres (23,43 %).

Los datos comparativos (tasas estandarizadas año 2010) entre países de la Unión Europea muestran una marcada diferenciación entre países que tienen tasas de muerte por suicidio por encima de los 15 casos por 100.000 habitantes y los que tienen tasas inferiores a 7. Entre los primeros destacan Lituania (29,4), Hungría (21,7), Letonia (18,2), Finlandia (16,8), Eslovenia (17,2) y Polonia (15,3). España tiene una tasa normalizada de 5,8 en el mismo grupo que el extremo inferior de la tabla: Grecia (2,9), Chipre (3,8) e Italia (5,4). La media europea es de 10,2 por cada 100.000 habitantes.

 

Conclusión

La información recogida por las estadísticas sobre causas de muerte retrata una sociedad, su situación y sus dinámicas. Refleja carencias y problemas pero también oportunidades de política social y sanitaria. Los datos, comparados en series temporales pueden medir tendencias y comparándolas con otros países puede detectar puntos débiles y fuertes sobre asuntos fundamentales para las personas: la vida, la salud y la muerte.

Los datos demográficos no se elaboran para servir a la curiosidad o como forma de justificación de directivos o proveedores. Las estadísticas de incidencias de enfermedades como causa de fallecimientos, como cualquier otro estudio estadístico de la población, son la base de partida del análisis que marca el camino que las administraciones, empresas y organizaciones deben conocer para poder ubicarse en el presente y en el futuro de la realidad humana, social y económica. El enfoque antropológico ayuda a entender muchos de los datos, que no pueden interpretarse sin la debida conexión simbólica y significante de la realidad que esos mismos datos muestran.

Estos datos son necesarios a la hora de redactar las políticas sanitarias y de protección de la salud, las de planificación urbana y del territorio, la adecuación de una óptima política de prevención y orientación al bienestar o de las infraestructuras que deberán mantener una población con unas características concretas, donde las personas mayores de 65 años serán progresivamente el grupo más importante.

Finalmente considerar que el dato conjunto de muertes debidas a causas externas es de una importancia trascendental por dos razones. La primera es advertir que la percepción general entre la población es que la frecuencia de accidentes y muertes achacables a causas no patológicas es relativamente elevada, por el efecto emocional que tiene la muerte repentina de familiares, allegados o famosos. Una muerte por accidente, por inesperada, resulta normalmente mucho más impactante y recordada que una anticipada por causa de enfermedad grave o edad avanzada. La fuerza de la presencia e influencia mediática de las muertes por violencia doméstica es el ejemplo más claro de que la importancia de un caso no tiene relación directa con la frecuencia con que ese caso ocurre.

Esto muestra la relevancia fundamental que las emociones individuales -inducidas o no- juegan en el análisis que las personas realizan sobre áreas que, no solo son consideradas en la esfera personal, sino que influyen en la atención de los poderes públicos. Ello puede llevar a priorizar esfuerzos y políticas sobre problemas relativamente contenidos o minoritarios mientras otros problemas igualmente graves que afectan a colectivos muy numerosos pueden quedar en segundo plano, tanto en atención mediática como financiera.

La segunda razón de importancia de este dato viene del hecho de que, desde la óptica inversa, la mortalidad se debe a causas de enfermedad en un 96,3% de los casos, lo que implica que cualquier medida presupuestaria que afecte a las políticas sanitarias y a la estructura y funcionamiento del sistema público -especialmente- o privado de salud, tendrá una consecuencia directa en el número de fallecidos y desde luego en la calidad de vida de las personas. Y esto es un corolario de todo lo demás, como argumento principal de  las políticas de salud y prevención que tengan el bienestar público y la salud de las personas como base de cualquier otra política y como objetivo principal y constante.

Una reflexión diferente y personal para terminar…

La inmortalidad biológica, que fue considerada siempre un privilegio de los dioses y una maldición inalcanzable de los así llamados mortales, empieza a ser considera posible (6). Al menos se investigan -cada vez más y con más éxito- diferentes vías para alcanzarla o para prolongar la vida y se plantea de manera realista la posibilidad cierta de alcanzar los 130 o los 150 años de vida. Tanto si el avance en este anhelo es muy modesto como si se descubre alguna tecnología genómica revolucionaria que consiga mantener las células sin envejecer, la muerte será siempre la frontera de la vida, algo que la define y que explica el tiempo del que las personas disponen y el valor e importancia de los actos con que la llenan.

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* Actualización a 8/08/2013: La Fundación BBVA acaba de publicar el “Atlas de mortalidad en municipios y unidades censales de España (1984-2004)«, que recoge el estudio sobre la distribución y evolución del riesgo de mortalidad de las principales causas de mortalidad, en cada sexo y en varios grupos de edad, en municipios o agregados de municipios y en una selección de ciudades de España entre 1984 y 2004. El estudio ha sido realizado por el Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud (GREDS, en sus siglas en catalán) bajo la dirección de los Drs. Joan Benach de Rovira y José Miguel Martínez Martínez, ambos profesores e investigadores en la Universitat Pompeu Fabra, y en colaboración con investigadores del grupo MEDEA en Barcelona, Bilbao, Madrid, Sevilla, Valencia y Zaragoza.

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(1) La tasa de mortalidad suele darse en ocurrencia por cada 100.000 habitantes del grupo considerado. Para iniciar el artículo encuentro más ilustrativo darla en tanto por mil, de manera que el dato resulte más fácil de visualizar y entender. A efectos ilustrativos la población española en 2011 contabilizó 46. 124.971 habitantes.

(2) De acuerdo a las categorías fijadas en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10). En el INE puede consultarse el detalle de la metodología empleada.

(3) Para un estudio detallado de las causas de fallecimiento, ver la BD del INE.

(4) La metodología de Eurostat recoge las recomendaciones de la OMS para cálculo comparativo entre países mediante tasas normalizadas que armonizan datos como si los países comparados tuvieran una estructura y dimensión poblacional similar.

(5) Según el vicepresidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Legal, Alfredo Calcedo, la tasa real de suicidios rondaría los 10,5 por cada 100.000 habitantes, es decir, más de 4.500 muertes anuales (Diario El Mundo, 30/10/2011).

(6) A nivel de curiosidad, puede consultarse las ideas y plantemientos de Gregory Benford o Aubrey de Gray, entre otros.

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8 pensamientos en “¿De qué muere la gente en España?

  1. Un Cliente que trabaja sobre este tema y los mismos datos me contó una vez que en los partes de defunción figura una cadena de causas de la muerte que -según su secuencia y orden- determinan la causa principal del fallecimiento.
    También contaba varios chistes alrededor del exitus y su mal uso gramatical por parte de algunos, pero era humor negro…
    R.

    • Es lo que tiene la taxonomía, una de las disciplinas que más atención merecería y que no se conoce mucho, ni siquiera de nombre. La realidad es compleja y continua, las clasificaciones están siempre en nuestra mente y solo ahí, pero es precisa esa simplificación para poder entender las cosas: así es como funciona el pensamiento. La mayoría de defunciones es, normalmente, consecuencia de múltiples causas. Incluso si es solo una, hay que determinar la causante principal, en un encadenamiento de causas y efectos.
      Por ejemplo, un accidente de tráfico puede haber sido causado por un despiste y esa sería la causa si se lo contamos a alguien, pero no sirve para las estadísticas. Puede haber despistes con resultado de muerte en una caída en el hogar, en un envenenamiento accidental o en una equivocación hospitalaria fatal. En todos estos casos la causa es el despiste, pero el despiste no existe como causa atribuible: se decidió así para poder explicar más (salvo que a alguien le interese destacar que el despiste debe ser atajado como causa de accidentes). Por otro lado, un accidente de automóvil no causa la muerte per se, sino que esta se debe a politraumatismos graves, hemorragias incompatibles con la vida o paradas cardio-respiratorias como final.

      Recuerdo que mi padre -que también tuvo que ver con estos asuntos buena parte de su vida profesional- siempre nos contestaba de niños lo mismo cuando fallecía alguien y le preguntábamos de qué: «porque ha dejado de respirar». Causa cierta, sin duda, pero poco explicativa.
      Habrá que dedicar un artículo a esto de la taxonomía, que es realmente interesante.

      Saludos,

  2. Como bien dices estos datos son orientativos, y nos dan muchas pistas sobre nuestra sociedad, pero efectivamente en algunos casos nos «despistan», y una investigación cualitativa nos desvelaría muchas claves, aunque tan solo el hecho de tenerlos no deja de ser un lujo que debemos valorar. En ocasiones los gobiernos por falta de medios o intención pueden llegar a evitar detalles de estadísticas de mortalidad para no tener que enfrentarse a sus propias sombras,como puede ser la mortalidad infantil en el nordeste Brasileño, donde una antropología, Nancy Scheper Hugues, hizo un trabajo de campo brillante desvelando una alta tasa de mortalidad infantil silenciada, que relata muy bien en su libro «la muerte sin llanto». De lo que no cabe duda, es que si los analizamos desde la perspectiva del tiempo, en apenas una generación, nos sirven para pellizcarnos y tomar conciencia de que vivimos en una sociedad de bienestar, donde además, podemos permitirnos beber y fumar. Varios viajes a Brasil en los últimos dos años, me han llevado a preguntarme si los hábitos de algunos brasileños son tan sanos en parte por el miedo que tienen a enfermar, dado que allí no disponen de «nuestra» seguridad social.

    • Parte del «despiste» proviene de lo que comentaba con Rafa Oliver sobre las taxonomías y la catalogación. Los pocos datos estrictamente objetivos se refieren a sexo y edad, a partir de ahí, al crucial «causa del fallecimiento» no deja de ser una selección acorde a convenios establecidos pero que no reflejan determinadas realidades que aportarían una gran información. Esas estadísticas existen, pero en ámbitos específicos y que se lo han trabajado. Por ejemplo, en algún fichero deben aparecer las víctimas de accidentes de tráfico que hablaban por móvil, ponían la radio o consultaban el GPS. Sería un dato muy relevante pero no es considerada entra las causas que solo incluyen «accidentes de tráfico». Tampoco podemos cruzar nivel de renta o estudios o estado civil o circunstancias personales previas al accidente (¿ocurren cuando todo le va bien a alguien o cuando todo va mal o 50%/50%?).

      Respecto a lo que comentas de Brasil es un ejemplo perfecto de materialismo cultural. Hay casos documentados muy difundidos de infanticidio en otros lugares y a lo largo de la historia. El caso de China, por ejemplo, con la política del hijo único, ocasionó una tasa altísima de muertes en niñas que no se explica de manera casual. Existen teorías que condicionan estas tasas con situaciones de estrés social y caída de recursos, como la que mencionas del nordeste brasileño y que lo explican, como hace Harris, con un control de la natalidad y una causa demográfica, control que se ceba en un incremento de la mortalidad de las mujeres como elemento base reproductivo.

      Que la falta -o la pérdida- de condiciones sanitarias y la posibilidad de acceder a un sistema de salud con médicos, hospitales y medicinas lleve al desarrollo de remedios alternativos, sería lo más lógico, no ya como una consecuencia de cierto darwinismo generacional sino como reacción cultural a una necesidad de supervivencia, ese «miedo a enfermar» que mencionas. En las actuales circunstancias de recorte de la sanidad pública y universal en media Europa -y lo que vendrá- ese miedo a enfermar se convierte enseguida en «miedo a morir» y ante tal «desincentivo», es de prever que aparezca un reforzamiento de la cultura que forme a las personas a cuidar más de su propia salud y que prolifere la información (o desinformación) acerca de remedios naturales, gratuitos y accesibles. Muchos de los cuales, desgraciadamente, también estarán descontrolados y podrán ser remedios falsos y hasta peligrosos.

      • Estoy de acuerdo contigo Antonio, pero igual rescatamos practicas de salud preventivas que se hacían antaño, aquellos remedios de «la abuela» que eran efectivas y que han caído en desuso por la inmediatez y por la proliferación de medicamentos, en cualquier caso si se cumplen las estadísticas de longevidad, la seguridad social no podrá correr con los gastos y probablemente (por fin!) fomente la medicina preventiva. En nuestra cultura se ha abusado de la medicina curativa y se ha menospreciado la medicina preventiva… si lo comparamos con el ayurveda en India por ejemplo, tiene muchos adeptos que realizan anualmente limpiezas de higado, riñones, colon, etc… lo ayuda a mejorar el estado de salud, y evita el desarrollo de enfermedades como el cáncer por ejemplo. Cuando yo se lo planteé a mi medico de cabecera «madrileño», su respuesta fue de rechazo total, no concebía la necesidad de realizar estas prácticas si no había síntoma de enfermedad, enfin … el tiempo nos dará la respuesta.

  3. Pingback: Tabús y tabúes | Antropología industrial

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