La paradoja de Arrow (1): ingenieros, estrategias y objetivos

 Piensa en cosas importantes mientras haces cosas pequeñas
y así las cosas pequeñas irán en la dirección correcta
.
Alvin Toffler

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El escritor británico Mark Stevenson, autor de «Un viaje optimista para el futuro» y fundador de una organización internacional llamada la Liga de los Optimistas Pragmáticos, afirma basar dicho optimismo en una confianza ilimitada por los ingenieros y una desconfianza no menos ilimitada por las ideologías y la subjetividad.

En una reciente entrevista con Elsa Punset para el programa Redes de la cadena TVE, resumía así su planteamiento:

«Soy un firme defensor de los ingenieros –declara Stevenson– tenemos que pensar como los ingenieros, no como los políticos. Y el motivo es que los ingenieros no construyen puentes desde una perspectiva de derechas o de izquierdas. El ingeniero construye puentes desde una perspectiva basada en la evidencia y con el paso del tiempo, la construcción de puentes ha ido mejorando. Por el contrario, un político hace las cosas desde una perspectiva de derechas o de izquierdas. Y ya habrás notado que, con el paso del tiempo, la política ha ido empeorando… Cuando trabajo con políticos y coinciden dos en una misma habitación, el uno siempre piensa del otro «¿se interpondrá en mi camino? ¿Dañará mi reputación? ¿Existe un conflicto de intereses? En cambio, cuando dos ingenieros se encuentran dicen: «Hola, tengo un problema, ¿puedes ayudarme?». Si lo piensas bien, el tema de las ideologías es bastante curioso».

En efecto, es tan curioso que el propio Stevenson ni siquiera reconoce su propia ideología aplicada al caso, que consiste en deformar la realidad a su gusto para luego poder describirla en los términos que más le interesan. Su planteamiento de base es que los políticos y la política son malos y por tanto todo lo que podamos sacar de eso será malo. Por el contrario, la ingeniería y los ingenieros son buenos y por tanto un mundo planeado por ellos será siempre deseable. La extendida falacia de la permuta entre causas y efectos.

Los ingenieros responderían al perfil del buen salvaje de Rousseau: ven la realidad con la mente limpia y deducen limpias conclusiones. Los políticos, por el contrario, ven la realidad con las conclusiones ya tomadas de antemano y si la realidad no les gusta, simplemente mienten.

Mark Stevenson - League For Pragmatic Optimists. Fuente: Elevate Festival (Flickr)

Mark Stevenson – League For Pragmatic Optimists.
Fuente: Elevate Festival (Flickr)

Olvida Stevenson, en primer lugar, a muchos otros profesionales y disciplinas, que podrían aportar enfoques no menos necesarios, interesantes y enriquecedores. En segundo lugar, parece no ser consciente de que los ingenieros, como los políticos, son seres humanos, con sus miserias y sus glorias. Y conste aquí mi respeto absoluto por los ingenieros, colectivo en el que tengo muchos y muy buenos amigos a los que aprecio sinceramente a nivel personal y profesional.

Pero a los ingenieros abstractos que Stevenson tan idealmente describe, se les podría cargar también con la responsabilidad de grandes desastres, amenazas y frustraciones para el ser humano. A fin de cuentas los políticos suelen caracterizarse por aplicar las medidas que los ingenieros han diseñado. Albert Speer, el organizador de la maquinaria industrial y productiva nazi durante los años 30 y 40 en Alemania, era ingeniero. Y de los grandes. Ingenieros eran quienes construyeron la bomba atómica o las cámaras de gas y los campos de concentración. Ingeniero es el que diseña un misil balístico, un automóvil o un hospital. La tecnología es neutra pero nunca su utilización. La inteligencia por sí misma no es sinónimo de bondad ni de un futuro mejor, como tampoco la ingeniería.

Lo que define a la ingeniería es su capacidad efectiva de transformar el mundo físico mediante la utilización de conocimientos y técnicas científicas aplicadas a la creación, perfeccionamiento e implementación de dispositivos, estructuras o procedimientos para la resolución de problemas que afectan la actividad cotidiana de la sociedad. Y para poder transformar la realidad, primero hay que conocerla.

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Waterfall – M. C. Escher

En en un mundo ideal de ingenieros como el que anhela Stevenson, los datos son -estrictamente- lo único que importa para determinar el conocimiento de la realidad y las acciones a cometer. Una realidad convertida en números es lo que facilita su utilización o transformación pero ¿qué datos?  La mirada cuantitativa contiene gran parte del conocimiento de la realidad. Sin embargo -y es este un gran sin embargo– esta camino por sí solo carece de una parte crucial: un acertado enfoque cualitativo previo es el requisito indispensable para que los datos sean realmente utilizables y útiles.

El análisis cualitativo se necesita antes de la fase cuantitativa para poder determinar:

  • qué datos son válidos y relevantes.
  • qué datos pueden obtenerse de manera efectiva.
  • para determinar un sistema fiable de captura de esos datos.

Y después de la toma de datos, nuevamente el uso del enfoque cualitativo permite:

  • poder llevar a cabo un diagnóstico lo mas acertado posible.
  • poder desarrollar un plan de control sobre los datos monitorizados.
  • poder diseñar un plan de soluciones a los problemas detectados .

El esquema básico completo de un proyecto sería entonces:

Preliminar => Cualitativo => Planteamiento => Toma de datos => Cualitativo => Conocimiento e Interpretación = > Diagnóstico => Plan de actuación

¿Estaría así el proceso definido completamente? No del todo. Falta un punto y es un punto fundamental, anterior al preliminar, el primero y justificación de todos por secuencia y por importancia: la determinación del objetivo.

En efecto, toda acción sobre la realidad se basa en la búsqueda de un o unos objetivos. Y el propio ejemplo de nuestra especie es quizás el mejor y más cercano de todos. Como maquinaria genética que somos, los seres humanos estamos programados biológicamente para mantenernos vivos y en las mejores condiciones posibles, con el fin de perpetuar nuestros genes  y como corolario, para realizar cualquier tipo de actividades que nos conduzcan a cumplirlos. Lo que poéticamente se llamaba la fuerza del instinto.

La búsqueda de la felicidad, como concepto más amplio, incluiría estos primeros objetivos biológicos de supervivencia individual y de especie y añadiría otros de carácter psicológico que, originados por los anteriores y vinculados con estos, abren un mundo enorme de símbolos y explicaciones. Quizás el anhelo de felicidad es la manera de sentirnos recompensados si cumplimos con el objetivo básico.

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Así que la clave final, el origen último es siempre un objetivo, un resultado, sea esta consecuencia de una planificación racional o de un desarrollo inconsciente, como es el caso de la evolución.

Resumiendo, en todo proceso de desarrollo de un proyecto llevado a la práctica, el análisis cualitativo -el ideológico, en términos de Stevenson- es en realidad necesario para determinar de manera adecuada qué datos se requieren y es también igualmente necesario para una correcta interpretación de los datos que permitirá inferir una conclusión válida. Pero, por encima de todo, el análisis cualitativo es necesario para poder determinar qué objetivos básicos se buscan con el proceso.

En este punto tomamos tierra. Hablamos de conocimiento de la  realidad, de diagnóstico, de la toma y proceso de datos, de interpretación, de plan de actuación… ¿de qué realidad concreta, de qué ámbito estamos hablando?

Pues cualquiera en que este enfoque pueda darse.  A nivel social y político, evidentemente. A cualquier nivel de la decisión pública en la administración y en la actuación sobre la sociedad. Pero también -y muy especialmente- en el mundo de las empresas y organizaciones, donde la palabra estrategia algunas veces se utiliza con cierta ligereza, pero con comprensible buena intención. La estrategia se recoge en un plan estratégico, que define identidad y objetivos, que relaciona recursos a considerar y bajo cuya alineación se constituyen otro tipo de planes: de marketing, de comunicación, de producción, de RRHH, comerciales, de campaña…

Por tanto, los párrafos anteriores que a alguno pueden haberle parecido demasiados abstractos, hacen referencia concreta a la actividad elemental, fundacional y vital de cualquier empresa u organización, de todo grupo organizado. Y ya que hablamos de estrategia, conviene recordar su significado.

estrategia(Del lat. strategĭa, y este del gr. στρατηγία).

(Obviando las dos primeras acepciones del diccionario (1)

3. f. Mat. En un proceso regulable, conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento.

La estrategia es un asunto más instrumental de lo que se suele entender. La estrategia trata de una ruta a seguir, de decisiones correctas, óptimas, aseguradas por la existencia de unas reglas definidas. Y por tanto, el objetivo de una de una sociedad, de una empresa, de una organización  o de una persona es previo y determinante de su propia estrategia (2).

Si lo importante entonces no es tanto la manera de hacer las cosas sino aquello que se quiere conseguir, ¿es posible encontrar un mecanismo de elección de objetivos que sea óptimo desde un enfoque no ideológico?

O dicho de otro modo, ya que la elección de un objetivo desencadena que el proceso en conjunto sea el adecuado, ¿puede un enfoque basado exclusivamente en datos puros determinar objetivos correctos? ¿Puede un enfoque basado en términos matemáticos aspirar a obtener un óptimo de Pareto (3) en la realidad?

¿Podrían solamente los datos determinar donde construir el puente que se citaba al principio del artículo?

Stevenson proclama una fe democrática que todos compartimos. A saber, que debemos ser conscientes de la realidad y de las posibilidades de nuestro futuro y que nuestro deber y nuestro derecho es tomar las riendas que nos lleven a él. Que debemos abogar por la creatividad y por romper con el cinismo de pensar que las cosas son como son y que no pueden cambiarse. Precisamente ese deseo de cambio es compartido por ambos puntos de vista (el técnico de la ingeniería y el ideológico de la política) y la  tecnología nos permite avanzar por nuevas oportunidades de democratización, como las que revela el mundo 2.0.

Entonces, si asociamos el óptimo a lo que la gente decide creativa y libremente ¿puede la decisión democrática por sí sola elegir los mejores datos, la mejor opción? ¿es la opinión, sin más atributos, el mecanismo que alimenta el análisis cualitativo y que permite el conocimiento y la interpretación?

El siguiente artículo explora este dilema y aborda la materia que el presente texto solo anuncia: la paradoja de Arrow.

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___

(1) Las dos primeras acepciones de estrategia según el DRAE son: 1. f. Arte de dirigir las operaciones militares. 2. f. Arte, traza para dirigir un asunto.:

(2) Uno de los más conocidos teóricos de la estrategia, Carl Von Clausewitz, escribía en su obra «Sobre la guerra»:
«La estrategia es el uso del encuentro para alcanzar el objetivo de la guerra. Por lo tanto, debe imprimir un propósito a toda la acción militar, propósito que debe concordar con el objetivo de la guerra. En otras palabras, la estrategia traza el plan de la guerra y, para el propósito aludido, añade la serie de actos que conducirán a ese propósito.»

(3) El Óptimo de Pareto es un concepto utilizado por la teoría económica y la sociología para definir un estado de máximo bienestar posible en una comunidad. En un óptimo de Pareto cualquier cambio destinado a la mejora del bienestar de un solo individuo perjudicaría a otro o a otros. Fue formulado por el economista y sociólogo italiano Vilfredo Pareto (1848-1923) y suele resumirse con el lema de que «ninguna persona puede ganar sin que otra pierda».

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11 pensamientos en “La paradoja de Arrow (1): ingenieros, estrategias y objetivos

  1. Se llama en retórica: «alternativa ilusoria». La conoce cualquier vendedor que, ante la disyuntiva de conseguir o no ser recibido por un posible cliente, le pregunta: «¿prefiere Usted el martes por la mañana o el miércoles por la tarde?».

    El principio consiste en hacer percibir que sólo tenemos una alternativa y que si uno de los 2 términos es malo, entonces es que el otro es bueno.

    Stevenson cae en este sofisma cuando divide la realidad en dos: la de los políticos y la de los ingenieros. Ha borrado todo el resto de un plumazo y nos presenta como única elección el cortarnos las venas o volarnos los sesos.

  2. Pingback: La paradoja de Arrow (1): ingenieros, estrategi...

  3. Pingback: La paradoja de Arrow (2): o como las opiniones son dinero si se saben interpretar | Antropología industrial

  4. Pingback: Bitacoras.com

  5. Excelente artículo,,, tal vez es la segunda ocasión que lo reviso y es muy interesante la forma que interpreta la estrategia en en las organizaciones. Saludos

  6. Pingback: Efecto Veblen: clase ociosa, emociones y marketing | Antropología industrial

  7. Buen articulo pero no hablas para nada de la paradoja Arrow. Yo soy ingeniero, y si los ingenieros no somos perfectos, pero mas alla de eso, las sociedades no son muy dadas a la experimentacion social cosa que es necesaria a la hora de encontrar un mejor diseño social. Y ese el problema de aplicar el metodo cientifico en la sociedad, por eso la sociedad prefiere la ideologia que no ofrece experimentacion, sino no verdades ya previamente definidas.

  8. Gracias por tu comentario Juan Aurelio.

    Estoy de acuerdo con tu declaración al 50%. La razón es que el artículo salió tan largo que preferí dividirlo en dos partes, la primera, esta en que tienes toda la razón y que es en realidad un prólogo y la segunda -que te invito a leer si no lo has hecho aún- en la que sí se trata específicamente del teorema o dilema de Arrow.

    No era mi intención en absoluto echar encima de los ingenieros la menor sospecha de imperfección, al contrario. He vivido toda mi vida en su compañía y los aprecio, más allá del afecto personal, como grandes profesionales y por su forma de pensar y actuar en la aplicación de soluciones.

    La cuestión discutida en esta primera parte surgía a raíz de una entrevista a Mark Stevenson y su utópico mundo de ingenieros (de ingenieros ficticios teóricos, digamos). La ordenación social no puede existir de manera científica, salvo que corramos el riesgo de querer organizar la sociedad como una colmena. Y que como objetivo, sería también una opción ideológica.

    La ideología, por mucho que nos parezca una interferencia y una imperfección, es necesaria para la solución. Aunque la solución, como la verdad científica, no sea nunca un final o una certeza, sino un camino y una duda continua. La ciencia duda, la superstición y el error se aferran siempre a la certeza.

    Este es el resumen acelerado de esta primera parte, aparte de que los objetivos de la sociedad no pueden estar al margen de los objetivos de los individuos. Que las personas seamos contradictorias es tanto un riesgo como una salvación.

    Gracias de nuevo por tu visita y comentarios.

    Saludos,

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