Liberación animal

El alma es la misma en todas las criaturas,
aunque el cuerpo de cada uno es diferente. 

Hipócrates

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En nuestra sociedad se produce una experiencia traumática poco estudiada. En algún momento de la infancia se revela que esos animalitos tan entrañables y queridos, dibujos animados, peluches o compañeros de cuentos, que enseñan a conocer el mundo y a modelar sentimientos, aparecen en un plato de paella o en una hamburguesa.

Como solemos olvidar las experiencias negativas, es posible que muchos adultos no sean conscientes del duro instante en que descubrieron que los tres cerditos o el pato Lucas podían aparecer en el menú del día.

En las pinturas rupestres o en muchas religiones politeístas, los animales estuvieron presentes en la magia o como dioses. Nuestra relación con los animales, material y culturalmente, ha sido siempre muy cercana pero a la vez no queremos saber de sus implicaciones ontológicas: reflexionar si son cosas privadas de derechos o si por el contrario se trata de seres conectados con nosotros y que por tanto deberían compartir con los seres humanos el progreso en términos generales, del mismo modo que comparten una morfología y unas vivencias -resumidas en placer y dolor- muy similares a las nuestras.

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Ha existido una tradición filosófica preocupada por asignar un espacio justo a los animales, que en occidente arranca en los filósofos clásicos de Grecia y pasa, entre otros, por Locke, Bentham o Schopenhauer, sin olvidar el peculiar enfoque del tema que hizo Francisco de Asís.

Peter Singer publicó en 1975 el libro Animal liberation (editado en 1999 en español como Liberación animal) y a partir de este momento empezó a tomar forma lo que ahora conocemos como “animalismo”. Singer, desde el derecho y la ética y con un enfoque utilitarista, plantea que los animales no están ahí para nuestro aprovechamiento y diversión, sino que se trata de seres sintientes semejantes a nosotros y que como tales deberían compartir algunos derechos y consideraciones.

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Uno de sus argumentos es que determinados colectivos humanos fueron considerados también cosas o personas sin derechos a lo largo de la historia, como el caso de los esclavos y que esta discriminación, real y dolorosa, se ha mantenido durante milenios hasta su erradicación o, al menos, hasta el reconocimiento general recogido en la declaración universal de los derechos humanos. Por analogía, el respeto efectivo hacia los animales, sería una conquista del progreso humano que incluiría a otros seres con parecida capacidad de sentir que nosotros.

¿Por qué el auge del animalismo ahora? La cultura es el reflejo de la forma en que organizamos nuestra vida como sociedad. Esta ha experimentado una enorme transformación en el último siglo, con un proceso acelerado de urbanización, de desplazamiento de la población del campo a las ciudades. En España vive ya en núcleos urbanos más del 80% de la población y la tendencia es global.

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La cultura urbana, industrial y de servicios, es bien distinta a la cultura rural, donde el animal es un medio de producción. En la cultura urbana el animal se hace irreconocible dentro de un paquete de supermercado y el alejamiento de su aspecto productivo hace que solo se conozca a los animales reales como personajes de cómic o documentales. Los animales ahora conectan menos con el estómago y más con los sentimientos.

En la mitad de los hogares españoles hay un animal doméstico y el 26% de ellos es un perro. En total, más de 16 millones de mascotas conviven con nosotros. Y esta cultura de la mascota está en las antípodas de la cultura rural de la caza y el toreo, cuyo seguimiento y apoyo no hace más que disminuir.

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Las consecuencias para la economía y la política son obvias a causa del cambio en la proyección de lo animal en el ciudadano. Los espectáculos con animales, percibidos como anticuados y crueles, gustan cada vez menos. La mayoría de los circos han prescindido de animales cautivos y los que aún los mantienen han sido proscritos en muchos municipios y comunidades autónomas.

En paralelo y volviendo al caso inicial, los consumidores exigen un mejor trato para el animal alimento, bien por interés nutricional bien por la natural repugnancia a un trato masificado y horrendo en el que nos vemos indirectamente reflejados los humanos. Finalmente, existe una creciente valoración del vegetarianismo en sus diferentes intensidades, con una causa evidente y mayoritariamente ética.

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Supongo que han oído hablar de PACMA. Es un partido político cuyas siglas significan Partido Animalista Contra el Maltrato Animal y que en las últimas elecciones de junio de 2016 recibió 284.848 votos. Para que se hagan una idea, más o menos los mismos que el PNV que consiguió 5 diputados. Un respaldo popular nada desdeñable.

Sería muy recomendable leer (o releer) el poema “New York (Oficina y denuncia) de Federico García Lorca. Quizás a través de la poesía entendamos un poco más las razones de todo esto.

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«Llegará el día en que los hombres verán el asesinato de animales como ahora ven el asesinato de hombres.»  Leonardo da Vinci

 

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* Un extracto de este artículo fue publicado en la revista PLAZA del mes de octubre de 2016.

Ilustraciones de Martí Franch para SEO BirdLife.

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2 pensamientos en “Liberación animal

  1. Hace mucho que no te leía, y me ha encantado este artículo. Como muy poca carne desde hace muchísimo tiempo, y ahora mismo llevo dos meses sin probarla. Entre otras cosas me «tocó» una escena de un documental hermoso llamado Terra, de Yann Arthus Bertrand. Evidentemente, como bloguera de medio ambiente y activista del cambio climático, he reflexionado sobre el tema muchas veces y desde muchas perspectivas y eso es lo que ha hecho que cada vez coma menos desde hace mucho tiempo. Sin embargo este documental me llegó justo en el momento adecuado para que me tocara la fibra. Siempre digo que la información está ahí, y cada quien la escucha cuando está preparado para recibirla y aceptarla, y asumir el compromiso que trae asociado. Y si este documental fue otro detonante que me hizo dar un paso, no fue por las escenas del trato de los animales en la industria de la alimentación, que es terrible y todos lo sabemos aunque no queramos mirar en esa dirección, sino simplemente por la expresión de un buey usado para llevar un arado. Como todas las imágenes de Y.A.B., la fotografía de la película es tan hermosa que parece que duele, como la buena poesía: la película comienza hablando del origen de la tierra y las especies a través de imágenes hermosísimas y de pronto llega el hombre, y de pronto se sedentariza, y sí, de pronto, convierte al animal en una herramienta. Yo creo que el problema no está en que nos comamos a un animal. Creo que eso sigue la ley de la vida. Para mí el problema está e que lo usemos como un producto que vive su vida a nuestro servicio. Ahí es donde se tuerce la ley de la vida y la ponemos a jugar a nuestro favor. Y vaya dilema ético en el que nos metemos, porque además, aunque dejemos de comer carne y derivados animales, qué difícil -o imposible- es asegurarnos de que no nos estamos beneficiando indirectamente de este juego de poner que hemos forzado para ganar. Un abrazo, gracias por el artículo.

    • Muchas gracias a tí por leerme y por tu comentario, tan lleno de sentimientos y tan real.
      En efecto hay una cuestión ética muy intensa alrededor del trato a los animales que no son solo buenas intenciones o buenas pasiones sino que conecta con la filosofía más elemental y con lo que podríamos llamar el arte de vivir. Nuestra relación con la naturaleza en general anda algo trastornada, lo que es lógico en una historia humana llena de conflictos y cambios pero cuando comprobamos que la diferencia que tenemos con los animales es tan sutil, resulta chocante que los tratemos como lo hacemos sin plantearnos qué estructura de la realidad conocemos y sobre todo como queremos transformar esa realidad y consecuentemente de nuestras vidas. Esta paradoja del «desprecio ontológico» hacia los animales, por llamarla de algún modo, resulta más fuerte cuando se dirige a aquellos que guardan con nosotros mayor grado de semejanza, los simios y los mamíferos en general, donde aún reconocemos una mirada que nos mira y que se nos asemeja enormemente. Es el grado de lejanía biológica el que determina -y espero determine- un camino de progresivo respeto e integración, del mismo modo que un enemigo lejano y desconocido nos parece más enemigo que un pariente o un convecino. El vegetarianismo es normalmente una vía ética que lo entiende así. No sé yo si en el futuro será una decisión ética de los humanos o una pura necesidad medioambioental y del estado de la técnica pero espero que en cualquier caso, sea la mejor decisión.

      Me viene al recuerdo una frase de Ernesto Cardenal en su poema-epístola a José Coronel Urtecho, cuando finaliza el escrito diciendo: «Una garza, junto al agua, comulga con una sardina».

      Un abrazo,

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